Esperando que me recojan (McDucklas o Northman)

Era mi quinta familia que me devolvía, cuando una carta de un Instituto Privado llegó al Orfanato, la directora se puso muy contenta y vino a entregarme la carta.
En ella decía que había sido galardonada con una beca durante siete años para estudiar en esa institución.
Al principio me sorprendí tanto que pensé que era una broma de las antiguas familias con las que había convivido, pero la directora del centro me aseguró que no se trataba de una broma, por lo que debía recoger todas mis cosas para cuando el director de la institución se presentara a por mi.

Ni siquiera me dejó terminar mi desayuno, dijo que ya me alimentarían en el Instituto, que debía recoger enseguida y que por lo que más quisiera no me devolviesen allá.
No me extrañaba, cada vez que discutía con alguien terminaban redecorando el cuarto en donde estábamos o los columpios del patio.
Por suerte sólo se rompían las cosas materiales, hasta el momento ninguna persona había salido herida.

Me aparecí en la calle Pétalos de Rosas, donde se encontraba el Orfanato Pritty Lifes.
Mire con atención a ambos lados de la cale, y note que no había nadie, a pesar de ya eran las diez de la mañana.
Cruce la calle y me coloque adelante del Orfanato. Era viejo y antiguo. Pase las rejas y golpee la puerta. Era hora de llevarme a la niña Chovvett.

Me habían dejado en la entrada, con las maletas al lado de la puerta.
La directora se encaminó a abrir en cuanto tocaron a la puerta y miré con aprehensión el rápido andar que llevaba, era como si quisiera que me largase de allí cuanto antes.

Me levanté apesadumbrada y una mano tiró de mí para colocarme ante la puerta.
Ella la abrió y el estómago se me cerró en un puño.

- Hola -saludé al hombre que golpeaba con fuerza sobre la madera- Soy Alice Chovvett, ¿Es usted Ephrain Mc.Ducklas?

Sonreí y me agache a la altura de la niña.
-No, soy Ephrain Mc. Doucklas, no Ducklas- Le dije aun sonriente mientras le daba la mano para estrecharla. -Un gusto Alice- le dije después.
Me puse de nuevo de pie y mire a la directora. -Bueno, creo que las cosas estan mas que dichas, es hora que nos vallamos- Comente mientras saludaba y a la ves despedía a la Directora del Orfanato.
-Sera mejor que te despidas Alice, hasta las próximas vacaciones -Le indique rapido a la niña que parecia estar bastante confundida.

- ¿Señora? -me quedé mirándola con los ojos entrecerrados y enfadándome, para asustarla un poquito nada más- Hasta la vista.

Di portazo sacando mi maleta y al cerrarse la puerta y escuchar como rebentaban los cristales rompí a reír.

- La primera vez que este don me resulta divertido -desde dentro podía escuchar a la directora jurar en arameo, pero no podía dejar de sonreír.

Saque mi varita de debajo de mi ropa muggle, y desde la puerta en un exitoso intento, repare los vidrios que la niña Chovvet habia roto a propósito. De todas formas, segi sonriendo para que pasara todo desapercibido. Luego mire a la niña, y le dije.
-Lista Alice, ya es hora de que conoscas tu nuevo colegio, tu nueva vida. - Mientras me acercaba a ella y tomaba su equipaje. y saliamos hacia la calle.

Me costaba seguir su ritmo, iba casi a rastras tras sus pasos, pero no me detuve ni me quejé en todo el trayecto hasta llegar a una plaza con adoquines en el suelo, la cuál estaba empañada del rocío de la mañana, en uno de sus giros tropecé y me fuí al suelo.

Me levanté apresuradamente y cojeé hasta alcanzarlo, la rodilla se me había pelado y por la pierna corría libremente un hilito de sangre.

- Estoy bien -dije colocándome de nuevo a su lado tras la carrera- No me hice nada. ¿Falta mucho para llegar?

Me quedé impresionada al ver unas altas rejas en hierro forjado ante mi, con un camino empedrado que se perdía en la espesura de un frondoso bosque.

Era muy preguntona, pense.
-No, no falta mucho, pero dejame curarte esa herida que te has hecho, no puedo permitir que ninguno de mis alumnos sufra.- Saque mi varita y sin mucho revuelo, se la coloque sobre su herida. De la punta de la varita salio un haz hilo de luz que se pso directo sobre la herida, cicatrizandola al instante.
-Listo, ¿Estas mejor?-Pregunte

Cuando vi que colocaba su varita sobre la herida el insinto me hizo echarme hacia atrás, pero sonreí al notar pequeñas cosquillas cuando un haz de luz azul salía de la punta del palito.

- Yo no tengo varita -le dije con las manos apoyadas sobre sus hombros- Gracias.

Doblé la rodilla para comprobar que todo estuviera en orden y al notar todo en su sitio le besé la mejilla.

- Me caes bien, la directora del orfanato me hubiera untado la herida de agua oxigenada -le dije sonriéndole- Así es mejor.

La verdad es que pensaba que esa mujer tenía a sus huerfanitos preferidos, pero yo no entraba entre ellos, igual era porque conmigo había tenido que remodelar varias salas unas cuantas veces.

- Oiga señor, ¿La beca cubre el material que vamos a gastar? -vi como se levantaba y me sujetaba de la mano, igual no quería que me volviera a caer.

Era costumbre mia manteres siempre una sonrisa adelante de mis alumnos, para no intimidar con la seriedad que constantemente adopto con los adultos.
-Tranquila, la beca cubre todo los gatos-Le dije.
-Ahora sera mejor que nos vallamos-Le indique mientras la volví a tomar de la mano y entrabamos juntos al bosque.
No habremos caminado mas de veinte metros por aquel bosque verdoso, ya que era aun verano, cuando llegamos a un lugar donde en ves de haber paso, habia grandes hojas de hiedra en el suelo.
Me agache y apoye la punta de la varita en el suelo, esto hizo que la hiedra se comenzara a desvanecer y apareciera en su lugar una puerta trampa.

Me quedé mirando la trampilla que acababa de hacer aparecer en el suelo, ayudado por su varita.

- Oiga, ¿Las varitas saben hacer todo eso? -"Yo quiero una varita, esto es genial", tiré de su mano poniendo énfasis a mi pregunta.- Señor McDoucklas, ¿Cuándo tendré una varita para mí? ¿He de ser mayor para tenerla?

Cada una de las familias que me habían adoptado tenían sus miembros una varita, pero a mi no me dejaban ni tocarla, decían que si era capaz de hacer magia sin varita no querían saber qué podría llegar a hacer con una varita en las manos. Pero yo pensaba que era la varita quién sabía hacer todo eso, porque cada persona tenía una varita distinta y cada una hacía unas cosas con su varita.

-Ahora mismo vamos a comprar una para ti, esta puerta trampa nos llevara directo al Callejón Ronmandihe, donde esta la tienda para comprar varitas- Le dije.
Entramos por la puerta trampa después de haberle contestado a la niña. Aparecimos en lo que era un pasillo cavernoso, pero iluminado con faros incrustado en las paredes. Seguimos el camino hasta llegar a una puerta, la abrimos, y aparecimos en el callejón, era un atajo rapido, por eso siempre me gustaba entrar por allí.

(Sigue en el Callejón Ronmandihe, "Galeones y Varitas")